De a sílabas, cuando tengo algo de tiempo, cuando en casa todos se duermen, sigo escribiendo cuentos. Esto, por ejemplo, es un pedazo de uno:
Sebastián es de otra época, de esta época. Aunque es joven todavía, la época de Diego ya pasó. Todas sus referencias tienen encima una capa de polvo: Martina Navratilova, Indiana Jones, los videoclubes, los teléfonos públicos, el cura saludando en el cierre de transmisión, los chocolates Jack, Ozzy Osbourne. Es de una época en la que podía preguntarle a los demás cuál sería su propio día de la Marmota y que lo entiendan.
Parado al lado de los probadores, fatalmente, Sebastián también se hace viejo. No es algo bueno ni malo, es el tiempo. Cada treinta minutos se hace viejo uno ahora, se le pasa la época. Y eso no deja de ser un consuelo para Diego. En media hora, cuando Sebastián cuente sus proezas lúdicas, nadie va a saber qué mierda eran los Ungry Birds. Y, como él, joven todavía, va a estar fuera de moda, fuera del mundo.