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Posts Tagged ‘figuritas’

Debajo de la lluvia
peinan a una niña
debajo de la lluvia
con un carozo de pez
nacarado y finito
el pelo mojado de lluvia
peinan a una niña
sin pausa y con ritmo
de un llanto andalúz.

La peinan las señoras
que antes y hace mucho
eran como ella niñas
de cutis dorado y pelo florido
que se mojaba joven
debajo de las noches
y la  lluvia azul.

Es miécoles siempre y llueve
cuando sientan a la niña
alrededor de la luna
de la niebla espesa
para peinarla y plantarle
en los oídos secretos:
cosas sobre los pobres , la muerte y  Jesús.

Le dice su madre que duerma
cuando la llama,
que vuelva otra vez a enredarse
en los sueños y las sábanas
porque no hay lluvia, ni señoras
ni esqueletos de pescado
en su habitación pintada
de celeste blanco y amarillo tul.

Pero ella tiene el pelo
tan lleno de ideas, tan terso
en su almohada,
que siente lástima un poco
por su mamita vieja, ya, pobre
tan ciega que intenta
no ver lo que pasa,
y vuelve al pasillo, después de arroparla,
sola y despeinada
a perderse en la luz.

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Página 38

cuaderno39

No todos pueden decir que si recortaran su contorno se llevarían una especial figurita para pegar en el álbum.
Casi nadie puede decir eso, en realidad. Casi nadie tiene en la espalda el suficiente pegamento, en las mejillas el suficiente brillo como para adornar las carpetas, las paredes, los cuadernos feroces que van llenando sin cesar los jóvenes del mundo, los bellos, los adolescentes.
Entonces, seamos sinceros, pasados ya los treinta estamos más para empezar a hacerle caso al gato gordo, chino y budista que ha empezado a desplazar a nuestros demonios rockeros y nos susurra al oído: «Decidite!» que para insistir con la idea de que alguna vez, a lo mejor, ocupemos ese lugar exacto que nos espera en el Olimpo del mármol y los flashes.
Es hora de darse cuenta de que nadie va a reclamar nuestra estampa; estamos perdidos en el mazo de las repetidas y si no gritamos (como estos amables caballeros): «Consumo! «»Renuncio a todos mis bienes» o «Me peino solo», es probable que pasemos intactos, silenciosos, al olvido, mientras los álbumes llenos de toda la Tierra, de todos los tiempos, desfilan pisándonos la cabeza como los corsos, los soldados y las modas.  Y que ni siquiera nuestros hijos, nuestros padres, nadie que nos importe, sepa exactamente qué cosa era la que estábamos intentado decirles cuando masticabamos callados nuestras milanesas.

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